Revisando ideas que vienen cobrando fuerza desde hace un par de décadas de la mano de estudios sobre Posmodernismo, con sus implicancias en los conocimientos fracturados, la superficialidad y el individualismo, me da curiosidad observar como hoy las nuevas tecnologías, ya instaladas desde hace algunos años han modificado lentamente el modo en que se piensan los vínculos y la forma en que las personas se relacionan.

Algunos elementos como la importancia de lo individual y la cultura del “self-service” a los que ya se les echaba luz en sus comienzos, se fueron arraigando cada vez más. Sin embargo, la fracturación de los conocimientos y las acusaciones de superficialidad de que eran tildados los nuevos modos de conectarse podrían ser considerados falaces dado que un mayor acceso a la información y a las conexiones con otras personas brinda mayores posibilidades de profundización.

  Lo que definitivamente no se puede soslayar, es un pequeño análisis de como se fueron modificando las estructuras sociales.

Actualmente, el sistema patriarcal, con un líder definido que organiza al grupo, llámese familia, institución o nación se esta viendo erosionado por una idea un poco más anarquista si se quiere, en donde cobra importancia el trabajo en equipo y el funcionamiento en red.

En la red, el bien común sigue siendo importante pero la exposición individual de los sujetos implicados es mayor, hay una dinámica que genera que todos se relacionen con todos y los lazos que se forman entre los distintos actores gozan de mayor visibilidad.

 

En contrapartida  se mantiene una cultura que fomenta esta importancia del individuo, un lenguaje cada vez más hablado en las redes sociales. Por poner algunos ejemplos, la idea de la autoayuda, el quiérete a ti mismo y la auto-fotografía,  crean una tendencia a la falsa sensación de no necesitar del otro.

Cómo toda revolución en el modo de percibir la realidad, ésta también tiene aspectos positivos y negativos. Poder estudiarlos con detenimiento, es una tarea fascinante.

 

Paula Erlich