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Somos seres sociales, necesitamos de los demás para regularnos, tener otras miradas a la hora de resolver problemas, recibir contención afectiva y compartir experiencias.

¿Pero qué pasa, en momentos de confinamiento? Cuando el otro no es posible, cuando la realidad nos obliga a vivir separados y nos sugiere acortar las distancias a través de la tecnología que nos ofrecen las redes sociales.


Dependiendo de la plataforma que utilicemos vamos a perder aspectos importantes que se dan en la comunicacion en vivo.


Variables como el contexto, el tono de voz, la postura del cuerpo y el estado de ánimo que reconocemos en la expresión facial, son componentes importantes que nos ayudan a enviar y recibir mensajes con cierta fidelidad.

Muchas veces, empujados por la necesidad de conectarnos pasamos por alto toda esa información que las redes sociales NO transmiten. Información que al no verse,  completamos con nuestra imaginación.

Entonces, puede ocurrir que nos contemos nuestra propia historia, una historia ligada a las propias emociones, carencias, miedos, alegrías, historia que en definitiva, desdibuja la realidad de nuestros interlocutores.

La comunicación empieza a fallar.  Nos enojamos cuando creemos que el otro no entiende que las cosas son asi y en realidad, nadie sabe a ciencia cierta cómo son las cosas ni es capaz de verlas desde todos los ángulos al mismo tiempo. Decimos “me clavo el visto” y nos contamos un relato más ligado a lo que nos pasa internamente que a lo que le sucede al interlocutor.


Esa emoción autogenerada, nos lleva de vuelta a buscar calmar la necesidad de estar conectados en el mismo lugar, nos promete una felicidad efímera, nos dice que vamos a encontrar nuevamente esa sensación o sentimiento que es perfecto porque la imaginación y la historia autocontada lo adecua a las propias necesidades.

 

Sin embargo, esto sucede a costa de una distorsión en la verdadera conexión.

Y la conexion falla, ya no nos regula, ya no compartimos, simplemente nos vemos en un espejo creyendo que vemos al otro.

 

La zanahoria se vuelve inalcanzable, por tanto,  más deseable y adictiva. La vemos, la olemos pero nunca la aprehendemos. El vidrio que nos separa es transparente y sabe engañar a la mirada.

En conclusión, sin menospreciar la importancia de la tecnología ni su utilidad para comunicarnos y acortar las distancias, a la hora de elegir como vamos a sortear la soledad del aislamiento, tengamos en cuenta los medios que nos permitan recibir la mayor información posible de nuestros interlocutores.

Una video llamada, una carta escrita a mano, un regalo, un encuentro respetando las distancias, cosas que permiten decir presente manteniéndonos con los ojos abiertos ante la existencia del otro. 

Prof. Paula Erlich

Especialista en Comunicacion social

LA ADICCION A LAS REDES SOCIALES EN TIEMPOS DE CUARENTENA

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